7. El asaltante asaltado
Hace aproximadamente 9 años, un joven alajuelense intentó asaltarme. Me detuvo para preguntarme la hora y luego insistió en que le diera dinero. Por mi parte, me sentí un poco incómodo, pero decidí aprovechar la ocasión para predicarle a aquel adolescente que deambulaba buscando víctimas a quienes asaltar.
Él me confesó que iba a arrancarme una cadena de plata que llevaba en mi cuello, pero que no pudo, pues al escucharme hablándole de Dios, algo por dentro lo detuvo y lo hizo reflexionar.
Luego de una breve conversación, le invité asistir a una iglesia que él conociera en Alajuela, y como él tenía hambre y yo poco dinero, pasamos a una pulpería por un paquete de galletas para cada uno. Él joven quedó muy agradecido y su semblante cambió.
Hoy en día no sé donde estará, pero de lo que estoy seguro, es que Dios tenía un propósito con ambos esa tarde.
Nunca desprecies la voz de Dios, ni lo ignores cuando tu corazón palpita mientras el Espíritu Santo te dice qué debes hacer. ÉL, pondrá las palabras apropiadas en tu boca porque para eso es que fuiste llamado. No te vayas haciéndote el ingenuo, pues en la noche, mientras estés a punto de dormir, tu conciencia te hará recordar que le desobedeciste a Dios, y que probablemente un alma menos irá al cielo por tu desobediencia.
¡Asalta tú al asaltante y no le permitas que se pierda en el pecado! |